domingo, 16 de mayo de 2010

¿Lo digo o no lo digo?

Todo lo que se piensa no se dice y todo lo que se dice no se piensa.
La versatilidad del lenguaje, los caprichos de la mente, la inseguridad de las frases hacen del acto del decir una acción subjetiva, particular y única.

Algunos adicionales acompañan, siendo moderadores del pensamiento que en breve se transformara en decir, como “el filtro”, que tamiza las ideas, tamiza las palabras y las hace más…¿cordiales, adecuadas, educadas, simpáticas, mentirosas?
El funcionamiento del filtro tampoco es un diez, tiene su probabilidad de error, como todo en la vida. Necesita un correcto mantenimiento donde, una vez cada tanto, se lo sacuda, se replantee si esta filtrando lo que se desea y se lo deje fluir, sin esto, se tapa. Un filtro tapado inhibe a las palabras, les pone un freno, las estanca, reprime.

¿Mentime que me gusta o prefiero la verdad mas terrible, pero que sea verdad?

Si no digo lo que pienso, si no hago lo que siento, si no muestro lo que soy, ¿estoy siendo honesto conmigo mismo?  ¿O es en algunos casos, un autocuidado y una contención evitando la total exposición?

Muchas otras veces, las palabras son tan perspicaces, tan escurridizas, tan intensamente fuertes y emocionales que pasan de largo cualquier filtro.  Ahí es cuando todo el cuidado desaparece transformándose en una catarata de emociones, que fluye con total abundancia sin importar el cauce y mucho menos si el otro tiene chaleco salvavidas.


Como toda catarata es imparable, su fuerza y su caudal fluyen y aunque se quiera ponerle freno, filtro o levantar un fuerte, el envión no lo permite, las palabras salen de la boca, libres de culpa y cargo, al menos en lo inmediato, ya que para sentir culpa no existe tiempo ni espacio.

Ser o no ser, decir o no decir…no hay cuestión…”por decir lo que pienso sin pensar lo que digo más de un beso me dieron (y más de un bofetón)”...

Cualquier similitud con la realidad es una pura coincidencia!

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